¿Sabes esa sensación de llevar toda la vida creyendo que te pasó algo increíble, pero según pasan los años resulta menos probable que fuera real? Pues yo estaba convencida de que de pequeña casi tuve un mono. No porque me pusiera pesada y se lo rogara a mis padres. Yo me hubiera conformado con un hámster. Casi tuve un mono porque mi padre quería uno. Y hoy se me ha ocurrido comentarlo.

–    Hija, eso nunca ha pasado.

–    Pero papá, estoy segura. Se lo preguntaste al tío Pablo.

–    ¿Por qué iba a pedirle permiso a mi hermano para comprarme un mono?

Y así nos hemos tirado un buen rato de absurda conversación. Él sin acordarse de nada, yo insistiendo convencida: “Se lo dijiste en el coche. Le pediste un mono”. “La única historia que recuerdo en un coche fue cuando pediste matrimonio a tu hermano”. ¡Zas! Sin anestesia, me he enterado de que con 4 años pedí a mi hermano que se casara conmigo. Al parecer, el diálogo fue más o menos así:

–    Cuando seamos mayores… ¿Te casarás conmigo?

–    ¡Puajj! ¡Qué asco! ¡Eso es imposible!

–    ¿Pero por qué?

–    Porque somos hermanos.

–    ¡¡¿Y entonces con quién me caso?!!

–    ¡¡Cásate con una amiga!!

La historia del posible incesto supuso un rato de burla hacia mi persona. Pero a mí no se me había olvidado lo del mono. Sabía que yo casi tuve un mono. Lo sabía. Necesitaba llegar al fondo del asunto. “Papá, ibas a llevarte un mono a una granja”. Entonces se hizo el silencio. Vi cómo se encendía una bombilla sobre la dudosa memoria de mi padre. ¡Ja! ¡Lo sabía! ¡Sabía que no me lo había inventado!

Pues mi padre y su hermano eran unos señoritos de ciudad que querían aprender a trabajar en una granja. La famosa conversación que mantuvieron en el coche fue la siguiente:

–    He visto un sitio donde venden monos.

–    Anda, qué curioso.

–    Creo que nos vienen bien.

–    ¿Qué?

–    ¿No te parecería una buena idea?

–    ¿El qué?

–    ¿Pues qué va a ser? Comprarnos un mono.

–    ¿Quieres un mono?

–    Pues claro, ¿tú no?

–    ¿¡Pero para qué quiero un mono!?

–    Hay muchas gallinas y cerdos. Un mono nos protegería.

–    ¡No entiendo nada! ¿Pero cómo van a vender monos en una tienda?

–    Pues tenían buena pinta y no son tan caros.

–    Pero… vamos a ver. Estos monos… ¿cómo eran?

–    Pues eran…  ¡Yo qué sé! Monos. ¡Pues normales! Verdes, azules… los típicos.

–    ¡¿Verdes?!

Y esta es la historia del mono que nunca tuve.

10 Comentarios en De cómo casi tuve un mono

  1. Me has dejado ojiplatica. Pero de verdad no te acuerdas de que tuviste un mono que se llamaba Pepe?
    Menuda memoria

    Responder
  2. Malentendidos de todos los colores!! Bendita infancia

    Responder
  3. La verdad es que tienes un hermano bastante mono, todo hay que decirlo!

    Responder
  4. La mirada surrealista, y desde la infancia…Es lo que ocurre cuando una vive en un caldo de cultivo semejante, y además tiene las palabras justas para contarlo.

    Responder
  5. Otra sonrisa. Gracias.

    Responder
  6. jajajajaj Curioso, yo estoy convencida de que mi abuelo tuvo un mono

    Responder
  7. Esto es BUENÍSIMO jajajajaja

    Responder
  8. Sigo llorando de la risa con la conversación del matrimonio incestuoso

    Responder
  9. No sabia yo eso jajaja

    Responder
  10. Bueno, bueno, me encanta, que bien explicas tu casi tenida de mono, eres genial,veo que te voy a seguir muy de cerca.Mañana mas.

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

About Carolina Villa